La Solución Natural del Cambio Climático
Texto traducido al español por: Christopher A. Reyes
Una estrategia para proteger a las ballenas puede contener los gases de efecto invernadero y el calentamiento global.
Cuando se trata de salvar el planeta, una ballena vale miles de árboles.
La investigación científica indica, ahora más claramente que nunca, que nuestra huella de carbono -la liberación de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera, que contribuye al calentamiento global a través del llamado efecto invernadero– amenaza ecosistemas y nuestra forma de vida. Pero los esfuerzos para mitigar el cambio climático se enfrentan a dos desafíos importantes. El primero es encontrar formas efectivas de reducir la cantidad de (CO2) en la atmósfera o su impacto en la temperatura global promedio. El segundo es recaudar fondos suficientes para poner en práctica estas tecnologías.

Muchas soluciones propuestas para el calentamiento global, como capturar carbono directamente del aire y enterrarlo en las profundidades de la tierra, son complejas, no probadas y costosas. ¿Qué pasaría si hubiera una solución de baja tecnología a este problema que no sólo sea eficaz y económica, sino que también tenga un modelo de financiación exitoso?
Un ejemplo de esa oportunidad proviene de una estrategia sorprendentemente simple y esencialmente “sin tecnología” para capturar más carbono de la atmósfera: aumentar las poblaciones globales de ballenas. Los biólogos marinos han descubierto recientemente que las ballenas, especialmente las grandes ballenas, desempeñan un papel importante en la captura de carbono de la atmósfera (Romano y otros 2014). Y las organizaciones internacionales han implementado programas como la reducción de las emisiones de la degradación y la deforestación (REDD) que financian la preservación de los ecosistemas de captura de carbono.

Adaptar estas iniciativas para apoyar los esfuerzos internacionales para restaurar las poblaciones de ballenas podría conducir a un avance en la lucha contra el cambio climático.
El potencial de captura de carbono de las ballenas es realmente sorprendente. Las ballenas acumulan carbono en sus cuerpos durante su larga vida. Cuando mueren, se hunden en el fondo del océano; cada gran ballena captura 33 toneladas de CO2 en promedio, sacando ese carbono de la atmósfera durante siglos. Un árbol, por su parte, absorbe sólo hasta 48 libras de CO2 al año.
Proteger las ballenas podría aumentar significativamente la captura de carbono porque la población actual de las grandes ballenas es sólo una pequeña fracción de lo que una vez fue. Lamentablemente, después de décadas de caza industrializada de ballenas, los biólogos estiman que las poblaciones totales de ballenas son ahora menos de una cuarta parte de lo que alguna vez fueron. Algunas especies, como las ballenas azules, se han reducido a sólo el 3% de su abundancia anterior. Por lo tanto, los beneficios de los servicios ecosistémicos de las ballenas para nosotros y para nuestra supervivencia son mucho menos de lo que podrían ser.
Pero esto es sólo el comienzo de la historia.
El “filtro ballena”
Dondequiera que se encuentren las ballenas, los seres vivos más grandes de la tierra, también se encuentran las poblaciones de algunos de los seres más pequeños, el fitoplancton. Estas criaturas microscópicas no sólo aportan al menos el 50% de todo el oxígeno a nuestra atmósfera, sino que lo hacen capturando alrededor de 37 mil millones de toneladas métricas de CO2, un estimado del 40% de todo el CO2 producido. Para poner las cosas en perspectiva, calculamos que esto es equivalente a la cantidad de CO2 capturado por 1,70 billones de árboles (cuatro bosques amazónicos) o 70 veces la cantidad absorbida por todos los árboles en los Parques Nacionales y Estatales de Redwood de Los Estados Unidos cada año. Más fitoplancton significa más captura de carbono.

En los últimos años, los científicos han descubierto que las ballenas tienen un efecto multiplicador de aumento en la producción de fitoplancton dondequiera que vayan. ¿Cómo? Resulta que los productos de desecho de las ballenas contienen exactamente las sustancias, en particular el hierro y nitrógeno, que el fitoplancton necesita. Las ballenas llevan minerales a la superficie del océano a través de su movimiento vertical, llamado la “bomba de ballenas”, y a través de su migración por los océanos, llamada la “cinta transportadora de ballenas”. El modelado preliminar y las estimaciones indican que estas actividades fertilizantes aumentan significativamente el crecimiento del fitoplancton en las zonas que frecuentan las ballenas.
A pesar del hecho de que los nutrientes son transportados al océano a través de tormentas de polvo, sedimentos de ríos, y el aumento del viento y las olas, el nitrógeno y el fósforo siguen siendo escasos y limitan la cantidad de fitoplancton que puede florecer en partes más cálidas de los océanos. En las regiones más frías, como en el Océano Austral, el mineral limitante tiende a ser hierro. Si más de estos minerales estuvieran disponibles en partes del océano donde son escasos, más fitoplancton podría crecer, potencialmente absorbiendo mucho más carbono que cualquier otra forma posible.

Dejar vivir a las ballenas
Aquí es donde entran las ballenas. Si se permitiera a las ballenas regresar a su número de 4 a 5 millones antes de la caza de ballenas – de poco más de 1,3 millones en la actualidad – podría aumentar significativamente la cantidad de fitoplancton en los océanos y el carbono que capturan cada año. Incluso un aumento mínimo del 1% en la productividad del fitoplancton, gracias a la actividad de las ballenas, capturaría cientos de millones de toneladas de CO2 adicionales al año, equivalente a la aparición repentina de 2 mil millones de árboles maduros. Imagina el impacto que se tendría con ballenas de vida media de más de 60 años.
A pesar de la drástica reducción de la caza comercial de ballenas, estas todavía se enfrentan a importantes peligros durante su vida, como;
- ataques de barcos,
- enredos en redes de pesca,
- residuos plásticos a base de agua y
- contaminación acústica.
Mientras que algunas especies de ballenas se están recuperando, lentamente, muchas no.

Mejorar la protección de las ballenas contra los peligros creados por el ser humano traería beneficios hacia nosotros, el planeta y, por supuesto, hacia las propias ballenas. Este enfoque de “tecnología de la tierra” para la captura de carbono también evita el riesgo del daño imprevisto de las soluciones sugeridas de alta tecnología aún no probadas. La naturaleza ha tenido millones de años para perfeccionar su tecnología de sumidero de carbono a base de ballenas. Todo lo que tenemos que hacer es dejar que las ballenas vivan.
Ahora pasamos a la parte económica de la solución. Proteger las ballenas tiene un costo. Mitigar las muchas amenazas a las ballenas implica compensar a quienes causan las amenazas, un grupo que incluye países, empresas e individuos. Garantizar que este enfoque sea práctico implica determinar el valor monetario de las ballenas.
Bien público internacional
Las ballenas producen beneficios climáticos en todo el mundo. Y debido a que los beneficios que tiene la gente a partir de la existencia de ballenas no disminuyen los beneficios que otros reciben de ellas, son el perfecto ejemplo de un bien público. Esto significa que las ballenas se ven afectadas por la clásica “tragedia de los comunes” que aflige a los bienes públicos: ningún individuo que se beneficie de ellos está lo suficientemente motivado como para pagar su parte justa para apoyarlos. Piensa en la importancia de la atmósfera terrestre para nuestra supervivencia. Aunque todas las naciones reconocen que todos tienen interés en preservar este recurso común para el futuro, la coordinación mundial sigue siendo un problema.

Para resolver este problema internacional de los bienes públicos, primero debemos preguntar: ¿Cuál es el valor monetario de una ballena? La valoración adecuada está garantizada si queremos galvanizar a las empresas y otras partes interesadas para salvar a las ballenas demostrando que los beneficios de protegerlas superan con creces el costo. Estimamos el valor de una gran ballena promedio determinando el valor actual del carbono capturado por una ballena a lo largo de su vida, utilizando estimaciones científicas de la cantidad que las ballenas contribuyen a la captura de carbono, el precio de mercado del dióxido de carbono y la técnica financiera de descuento. A esto, también añadimos el valor actual de otras contribuciones económicas de la ballena, como la mejora de la pesca y el ecoturismo, a lo largo de su vida útil. Nuestras estimaciones conservadoras sitúan el valor de la gran ballena promedio, basado en sus diversas actividades, en más de 2 millones de dólares, y fácilmente más de 1 billón de dólares para el stock actual de grandes ballenas.

Pero todavía existe la cuestión de cómo reducir los innumerables peligros para las ballenas, como los ataques de barcos y otros peligros. Afortunadamente, los economistas saben cómo se pueden resolver este tipo de problemas. De hecho, un modelo potencial para este tipo de soluciones es el programa REDD de las Naciones Unidas (ONU). Reconociendo que la deforestación representa el 17% de las emisiones de carbono, REDD proporciona incentivos para que los países preserven sus bosques como un medio de mantener el CO2 fuera de la atmósfera. De manera similar, podemos crear mecanismos financieros para promover la restauración de las poblaciones de ballenas del mundo. Los incentivos en forma de subvenciones u otras compensaciones podrían ayudar a quienes incurran en costos significativos como resultado de la protección de las ballenas. Por ejemplo, las compañías navieras podrían ser compensadas por el costo de alteración de rutas marítimas para reducir el riesgo de colisiones.
Esta solución, sin embargo, plantea preguntas que son difíciles de responder. Para empezar, se debe establecer y costear un mecanismo financiero para proteger las ballenas y otros activos naturales. ¿Exactamente cuánto deberíamos estar dispuestos a gastar en proteger a las ballenas? Estimamos que, si se permitiera que las ballenas volvieran a números previos a la caza de ballenas (capturando 1.700 millones de toneladas deCO2 año), valdría alrededor de 13 dólares por persona al año subsidiar los esfuerzos de captura de CO2 de estas ballenas. Si estamos de acuerdo en pagar este costo, ¿cómo debe asignarse entre países, individuos y empresas? ¿Cuánto se tendría que compensar a cada individuo, empresa y país que soporte parte del costo de la protección de las ballenas? ¿Y quién supervisará la compensación y supervisará el cumplimiento de las nuevas reglas?
Las instituciones financieras internacionales, en asociación con otras organizaciones de las Naciones Unidas y multilaterales, son idealmente adecuadas para asesorar, supervisar y coordinar las acciones de los países para la protección de las ballenas. Las ballenas se encuentran comúnmente en las aguas alrededor de estados de bajos ingresos y frágiles, países que pueden ser incapaces de lidiar con las medidas de mitigación necesarias. El apoyo a estos países podría venir, por ejemplo, del Fondo para el Medio Ambiente Mundial, que normalmente presta apoyo a esos países para cumplir los acuerdos internacionales en medio ambiente. El FMI también está bien situado para ayudar a los gobiernos a integrar el beneficio macroeconómico que las ballenas proporcionan para mitigar el cambio climático, así como el costo de las medidas para proteger a las ballenas, en sus marcos macrofiscales. El Banco Mundial tiene la experiencia para diseñar e implementar programas específicos para compensar a los actores del sector privado por sus esfuerzos para proteger a las ballenas. Otras organizaciones de las Naciones Unidas y multilaterales pueden supervisar el cumplimiento y recopilar datos para medir el progreso de estos esfuerzos.
Una nueva mentalidad
Coordinar la economía de la protección de ballenas debe llegar a la cima de la agenda climática de la comunidad mundial. Dado que el papel de las ballenas es insustituible en la mitigación y la construcción de la resiliencia al cambio climático, su supervivencia debería integrarse en los objetivos de los 190 países que en 2015 firmaron el Acuerdo de París para combatir el riesgo climático.
Las instituciones y los gobiernos internacionales, sin embargo, también deben ejercer su influencia para lograr una nueva mentalidad – un enfoque que reconozca e implemente una orientación holística hacia nuestra propia supervivencia, que implique vivir dentro de los límites del mundo natural. Las ballenas no son una solución humana (estas grandes criaturas que tienen un valor inherente de sí misma y el derecho a vivir) pero esta nueva mentalidad reconoce y valora su lugar integral en un océano y planeta sostenibles. Las poblaciones saludables de ballenas implican una vida marina saludable, incluyendo peces, aves marinas y un sistema vibrante en general que recicla nutrientes entre los océanos y la tierra, mejorando la vida en ambos lugares. La estrategia de “tecnología terrestre” de apoyar el regreso de las ballenas a su abundancia anterior en los océanos beneficiaría significativamente no sólo la vida en los océanos, sino también la vida en tierra, incluida la nuestra.
Con las consecuencias del cambio climático aquí y ahora, no hay tiempo que perder en la identificación e implementación de nuevos métodos para prevenir o revertir el daño al ecosistema global. Esto es especialmente cierto cuando se trata de mejorar la protección de las ballenas para que sus poblaciones puedan crecer más rápidamente. A menos que se tomen nuevas medidas, estimamos que se necesitarían más de 30 años para duplicar el número de ballenas actuales, y varias generaciones para devolverlas a los números previos a la caza de ballenas. La sociedad y nuestra propia supervivencia no pueden permitirnos esperar tanto.
Acerca de los autores:
RALPH CHAMI es subdirector y SENA OZTOSUN es analista de investigación en el Instituto del FMI para el Desarrollo de Capacidades.
THOMAS COSIMANO es profesor emérito en la Universidad de Notre Dame en el Colegio de Negocios Mendoza de Notre Dame.
CONNEL FULLENKAMP es profesor de la práctica de la economía y director en el Centro de Economía para la Enseñanza de la Universidad de Duke.
Referencias:
Ralph Chami, Thomas Cosimano, Connel Fullenkamp,Sena Oztosun. (2019). Nature’s Solution to Climate Change. (Christopher Reyes, Trad.). 10/10/2019, de International Monetary Fund. Sitio web: https://www.imf.org/external/pubs/ft/fandd/2019/12/natures-solution-to-climate-change-chami.htm?utm_source=&utm_medium=email&utm_campaign=25000